16 de septiembre de 2014

Un verano en la élite

Nunca me ha faltado baloncesto en verano, pero esta vez ha sido especial.

Tras cerrar los equipos que voy a entrenar este año y finalizar la post temporada, en Julio tuve la suerte de poder colaborar en un campus dirigido por un entrenador ACB al que admiro desde hace años. Había visto cualquier video suyo que esté colgado en internet, y todos me mantenían entusiasmado con sus detalles técnicos, la forma de jugar de sus equipos, su forma de transmitir a los jugadores, etc. Dicho esto, os podéis imaginar las ganas que tenía de trabajar con el que a partir de ahora llamaremos “el Jefe”.

Era un campus de 10 días que desconocía por completo. No tenía ni idea del nivel de baloncesto que me iba a encontrar, de cómo estaban organizados los entrenos, etc. Esperaba empaparme de un baloncesto desconocido para mi, como es el de élite. Esperaba ver al Jefe dando una lección tras otra sobre cualquier aspecto técnico del baloncesto. Recuerdo que la noche antes de salir fui incapaz de pegar ojo por culpa de los nervios. Tenía miedo de no ser capaz de absorber todo lo que podía enseñarme.

Durante los dos primeros días vi que el nivel de baloncesto no era para nada elevado, más bien normalito, y que las apariciones del Jefe en pista eran muy limitadas. Vi que tenía nivel para dirigir aquellos entrenos y que ni siquiera tenía tiempo de ver a otros entrenadores, y reconozco que sentí decepción. Sentía que iba a aprender poco o nada, por lo menos comparado con las expectativas que traía de casa, y así se lo hice saber al Jefe. La verdad que no recuerdo su respuesta exacta, pero suavizó mi ambición desbocada y consiguió dejarme en estado de alerta.

Con esta canción despertabamos a los chavales por la mañana


Con los días me di cuenta de que el nivel de organización de aquel campus era puro espectáculo, pero no sabía cómo ni porqué. Sin darme cuenta, llevaba varios días durmiendo menos de 5 horas, algo que no cambió, sino que fue a peor. Y creerme cuando digo que en las 19 horas restantes del día no dejábamos de trabajar. Varios cortados que pedí en el bar después de comer se quedaron en la barra sin ser tomados. Ni un minuto libre!

Por las noches hacíamos reunión todos los responsables que estábamos allí: entrenadores, físios, animadores, la enfermera y por supuesto, el Jefe. Esto sucedía una vez habíamos dormido a todos los jugadores (más de 200 niños y niñas entre 6 y 17 años). Si que hablábamos de los entrenos, obviamente, pero el tema más importante siempre era la implicación de los entrenadores y el cuidado de los niños, así como la gestión de los tiempos.

Es difícil explicar el alto grado de atención, control, detalle e intensidad que tiene el Jefe. Nunca lo he visto entrenar en directo con su equipo ACB, pero me lo puedo imaginar. En seguida detectaba un cordón desatado, un niño sin sudadera o un entrenador relajado, y repito que estoy hablando de casi 250 personas. Nada se le pasaba por alto. Sabía perfectamente como estaban los niños y los entrenadores, que hacían y como se sentían. Y sabiendo eso, llegaba la reunión y te exigía. Yo quería lucirme en la pista, mostrarle lo que se de baloncesto, y cuando llegaba la noche, caían truenos por haber estado despistado en el comedor o haciendo la guardia. Era desquiciante!!

El campus terminó con una guardia en la que no dormí ni un solo minuto. El Jefe quería el mismo orden que cualquier otra noche, pero nos hizo estar más alerta aun. Es cierto que los chavales estuvieron controlados cada minuto que duró el campus, pero ninguno tuvo la sensación de estar atado. Los chavales podían, dentro de las normas, hacer lo que quisieran, y éramos nosotros los responsables de que nada saliera mal. Reconozco que a pesar de pasar 10 días durmiendo menos de 5 horas, nunca he trabajado a ese nivel de intensidad y concentración.

Vistas desde el albergue. Amanecer tras la guardia de la última noche.

Pasadas las semanas fui analizando todas las experiencias que había vivido. Realmente, todo salió perfecto. Los chavales se divirtieron como lo harán en pocos campus, y además entrenaron a buen nivel porque seguían buenos hábitos alimenticios y de descanso, así como de comportamiento. Busco algunas cosas que se podrían mejorar y me cuesta encontrarlas, fue un autentico espectáculo de cómo dirigir a un grupo.

Ahí entendí que había estado presenciando la mejor lección que he vivido hasta el momento, la verdadera realidad de un equipo de élite. No importa cuanto sepas de baloncesto si no eres capaz de crearte un entorno adecuado para el trabajo.

  • Como entrenador jefe, siempre has de estar por encima de todo. Que los jugadores sientan libertad aunque tu tengas todo bajo control. 
  • Exigir al resto de personas que trabajan contigo que se impliquen como nunca lo han hecho. Un proyecto necesita sinergia.
  • Dedicarle todo el tiempo posible, si, pero además ha de ser un tiempo eficiente, de calidad. Y en eso debemos ser el mejor ejemplo.
  • Dejar muy claro lo que es innegociable: las actitudes, el orden, los hábitos, las maneras… Es decir, los intangibles que conforman la base.
  • Y la más importante: Mantente siempre alerta!

Ahora le quiero agradecer anónima pero públicamente esta gran lección. No se como actuaría yo si un entrenador joven, listillo y que no ha empatado con nadie en su vida, viene a mi campus y a los dos días me dice que está decepcionado… Quizás lo mandaría a la mierda! El Jefe en cambio supo hacerme esperar hasta que llegase el momento. Un tipo genial.

Para acabar, contestaré públicamente a las 4 preguntas que más me han hecho:  

Quien te enchufó?
Pues nadie. Envié un mail con mi currículum y me cogieron, así de sencillo. No conocía a nadie relacionado con el Jefe ni con su campus.  

Que tal el resto de entrenadores?
Un 10. Estoy convencido de que el grupo de entrenadores no se ha formado por casualidad, parece que el Jefe haya diseñado el equipo humano a conciencia. Cada uno con su rol aceptado, personalidades y cualidades que complementan a los demás, incluso líderes en diferentes aspectos. Pero todos tienen una cosa en común, que son magnificas personas capaces de trabajar bajo las exigencias del Jefe, algo que no es nada fácil y les honra.  

Te ha cambiado en algo?
Mucho. Cuando yo llegué al campus era un enfermo del baloncesto que lo vivía 24 horas al día, pero de manera totalmente salvaje. Sólo me importaban los detalles dentro de pista... El último día de campus, en la entrega de premios, los entrenadores teníamos que llevar un pantalón determinado y yo me equivoqué, algo que 10 días antes me hubiera resbalado por completo. Ese día me sentí francamente mal, había fallado.  

Y el mejor recuerdo?
Ver la pasión con la que un entrenador ACB daba de comer a un niño, recogía una mesa o controlaba la higiene de las habitaciones, como si fuera el entreno más importante de la semana. Mi mejor recuerdo, sin duda, es su PASION.

2 comentarios: